Hoy mientras lavaba, me descrubí angustiada por finalizar mi tarea antes que suspendieran el servicio del agua, afortunadamente reflexioné y me dije: bueno llegaré hasta donde pueda y ya está, eso me tranquilizó al punto de reírme de mi misma y a la vez me hice esta pregunta: ¿Cuántas otras mujeres padecerán esa misma angustia?, me refiero al hecho de saber que tienen ciertos deberes hogareños que cumplir y el tiempo no les alcanza o las circunstancias no son favorables, o peor; se sienten tan responsables de mantener el orden y la limpieza aún cuando el resto de la familia demuestra una ausencia total de aprecio por ese esfuerzo o hasta manifiestan molestia.
Esos pensamientos también me hicieron comparar las conductas de algunas damas que conozco. Me da la impresión de que es una cuestión de educación generacional, me explico: la mayor parte de las mujeres que conozco de mi edad o mayores, actúan así como lo describí, pero las más jóvenes no. Hoy puedo ver amigas que no se mortifican si la casa está sucia y desordenada, incluso si los niños no han comido en todo el día, cosa que en mis tiempos era casi un pecado.
Bien, pero el punto es que de esas angustias y trabajos solo queda cansancio y enfermedad, entonces me hago y les hago una invitación a todas las mujeres para que comencemos a practicar el arte de estar tranquilas aunque la casa se esté cayendo del sucio.
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