sábado, 26 de febrero de 2011

Libertad vs. Soledad

El eterno problema que nos hace solitarios: la intolerancia. Ese deseo infinito por transformar a quienes nos rodean, con la idea siempre de que quien está equivocado es el otro, nosotros NUNCA. Y por supuesto el defectuoso (dícese del criticado en cuestión) también cree que su proceder es el correcto… y así transcurrió la vida parece decir una vocecilla muy tenue que adivina nuestra soberbia.
No quiero cambiar, no deseo dejar de creer en lo que siempre he creído por lo tanto eres tú quien se olvidará de su historia, su pasado, su educación y sus valores para adoptar los míos, de lo contrario me perderás… y un día ocurre: aquel se cansó de transformarse una y otra vez para ser aceptado, “querido”, pero a pesar de sus cambios siempre se le exigió más y más, hasta que ya no pudo continuar y escoge la soledad a pesar del dolor y las amargas lágrimas antes que seguir en prisión. En este punto recuerdo a Juan Salvador Gaviota y comprendo mi crueldad. Pero la voz de mi egocentrismo se alza tanto que solo la escucho a ella que me dice: primero está tu amor propio, déjalo ir, ya volverá arrepentido… pero nunca regresó y la pesada soledad se apropia de cada espacio cuidadosamente arreglado a mi gusto pero vacío…
En este punto una feminista gritó: no importa, no te preocupes, alégrate, estarás bien, alcanzarás el éxito porque eres muy emprendedora y alcanzarás lo que anhelas.
El machista escucha y me grita: eres una pobre diabla, quien te va a querer si eres una cuaima. Las mujeres deben respetar y obedecer a los hombres porque somos superiores.
Y mi madre se aterra: ¿hija y ahora que va a hacer usted?, ¿Se va a quedar sola?, una mujer no debe estar sola, necesita que un hombre la represente, eso es culpa de esas amigas liberales que usted tiene, yo se lo dije…
¿El niño pregunta: mami, ¿cuando regresa mi papi?, no puedo dormir, me da miedo porque él no está…
Los temores me invaden, también la culpa y mi autoestima comienza a descender. Para despejarme un poco salgo a caminar. ¡Sorpresa!, el defectuoso está en actitud de conquista con una señorita…